FRANCESCO TONUCCI Y LA CIUDAD DE LOS NIÑOS. ¿UTOPÍA PARA LA REALIDAD LATINOAMERICANA? Por: Jorge Gallo García*

• Los niños actuales, sin espacios urbanos
• La escuela es más política que enseñanza
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El modelo tradicional de las escuelas alrededor del mundo, implica que los adultos, con todos los méritos académicos de una curricula que no deja en duda los estudios cursados, las investigaciones publicadas o los méritos que han logrado a través de muchos años de experiencia en el ámbito educativo, forman modelos educativos, donde las estadísticas marcan las pautas a seguir en las aulas y en los docentes, sin embargo, estos modelos que gradualmente se implantan en los programas de todo el mundo, no toman en cuenta a la materia prima y principal de la escuela, que son los niños.
Para el pedagogo y dibujante italiano Francesco Tonucci, esa es la principal causa por la cual los niños -que al asistir a la escuela se convierten en estudiantes-, no se desarrollan de manera plena ni total en los centros educativos, pues las necesidades reales que los niños tienen, no son tomadas en cuenta, ya que como se mencionó en el párrafo anterior, las planeaciones son hechas bajo el punto de vista de los adultos, pensando como adultos, como autoridades y como responsables para cumplir los objetivos que se plantean desde las oficinas, y aunque parezca irónico, no se toma en cuenta la opinión de los niños.
Para el autor de varios libros dedicados al desarrollo infantil, el niño, en los últimos años ha perdido gran parte del espacio urbano y social que formó su personalidad como ser social, como miembro de una comunidad. Como primer elemento, Tonucci considera que la calle, como lugar donde los niños que ahora son adultos jugaron, practicaron deporte y socializaron, ahora se ha perdido.
Ya sea porque el modo de vida actual, con padres que trabajan muchas horas, con los altos índices de inseguridad y el miedo que causa a los padres que sus hijos estén solos, o con la proliferación de las redes sociales y dispositivos electrónicos, estos factores han hecho que cada vez más niños ya no vayan a los parques, ni que participen de manera activa en algún deporte y por lo tanto ya no socializan, por el contrario, cada vez son más solitarios, individualistas y desconfiados.
Por motivos como estos, Tonucci deduce que los niños, que en el futuro serán quienes estén metidos en la política, en el mundo empresarial o simplemente en la vida cotidiana, están siendo excluidos de los espacios urbanos que, bajo este punto de vista, son los más necesitados de esta infraestructura.
Y es gracias a esta visión donde se forja uno de los experimentos sociales más importantes de las últimas décadas, como lo es “La ciudad de los niños”. Si bien es cierto que la interacción social que debe tener un niño con el juego, con la socialización en las calles -como muchos de la llamada “Generación X” conocimos-, la duda razonable sería: ¿Es posible que los niños jueguen en la calle como lo hicimos desde siempre hasta la década de los 90?
Una buena propuesta sería que sí; pensar que los padres se pueden hacer algo de tiempo en su agenda de trabajo, sería lo ideal, pero ¿y los ingresos? Una verdad innegable es que los llamados “Millennials” -una generación que creció sola, con gran apego a la tecnología y con poca interacción social-, es así porque entre los derechos de sus padres está el divorcio sin tantas trabas, la necesidad de cubrir amplios horarios de trabajo para contar con un nivel de vida aceptable y la idea de que ha sido el estandarte del capitalismo, como lo es el éxito medido en relación a los bienes materiales que el individuo es capaz de generar.
O bien, la seguridad que priva en nuestra sociedad es otro impedimento real, pues no podemos cerrar los ojos a grandes lastres sociales como la delincuencia, la adicción a las drogas, las redes de trata de personas o el narcotráfico, ven precisamente en la niñez, una jugosa presa para llevarlas a sus redes.
Una de las propuesta de Tonucci, indica que una solución para que los niños tengan sus propios espacios, sería el que los gobiernos que compartan esta necesidad, puedan generar espacios reservados para los niños -una especie de parques-, donde los infantes puedan socializar -entiéndase jugar, practicar deportes, participar en actividades culturales-, lo cual es una buena idea y que en ciudades como la de México, el Gobierno está llevando a cabo, pero entonces surge una gran contradicción de tipo filosófico, según en punto de vista de otro filósofo que se preocupó por el desarrollo de la sociedad, Michael Foucault, en su célebre estudio “Vigilar y castigar”, donde éste considera que el hombre desde su nacimiento ha estado limitado por vigilancia, ya sea por la madre, por la enfermera, por el maestro o por el supervisor en el trabajo.
Entonces la figura del maestro representa autoridad y por lo tanto se corta la libertad y la creatividad del niño. En otra idea bastante ligada a la educación, Tonucci considera que el principal problema del sistema educativo a nivel mundial -con unas cuantas excepciones-, se basa en que busca resultados a futuro, siendo la planeación una base central en este punto de vista; él considera que más que planes de estudio, el niño necesita expresarse y tener libertad para poder crear y ser él como individuo, algo que, a primer impacto, parece lógico y razonable.
Sin embargo, también se debe tomar en cuenta que la planeación es fundamental en un sistema de gobierno. En América Latina, se han hecho grandes planes educativos, que buscan terminar con problemas añejos como la desigualdad económica, con el rezago educativo, con el desempleo o con la poca justicia socia que ha marcado a nuestros pueblos.
Pero por diversos motivos estos planes no han podido ser una realidad, ya sea por las recurrentes crisis económicas, por la corrupción endémica, por la división social, o factores propios de cada país. Sin embargo, debemos tomar en cuenta que, en países del bloque socialista, la planeación educativa tuvo éxito, y permitió que, en países como Alemania Oriental o la misma URSS, tuvieran una industrialización acelerada y una sociedad más igualitaria.
Finalmente, Tonucci, considera que el modelo educativo a seguir es el que se lleva a cabo en los países escandinavos, siendo el noruego, el más efectivo pues las clases no son recurrentes, los alumnos no se estresan con tareas ni actividades fuera de la escuela, además de fomentar el factor humano, sin embargo el desarrollo que han tenido estas sociedades ha sido diferente al de América Latina, además que el factor humano es diferente pues estos países no están luchando contra el neocolonialismo ni tienen tantos rezagos como los sufrimos en las sociedades latinoamericanas.
Y llegar a él no es una utopía, pero sí algo que debemos trabajar todos en conjunto para poder llegar a él.
(*) Periodista y Maestro/Investigador (UAM-Azcapotzalco)
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