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Desde el pasado 27 de marzo, se anunció que la Línea 9 del Metro CDMX, entraría en una serie de reparaciones que se extenderán hasta el próximo 11 de abril. Comenzó el sábado y, por lo tanto, entre vacaciones y fiestas, la afluencia fue relativamente baja, pero ¿qué nos espera en días y horas hábiles?
El lunes, mi travesía comenzó a las 7 de la mañana -salí unos 30 minutos antes de lo habitual-; pensando en que La 9 es de las más utilizadas de toda la red, supuse que el caos sería total, y no estuve del todo equivocado…
Yo llegué por Mexibus que transporta mucha gente que viene de Chimalhuacán, a eso hay que sumarle a quienes vienen en la Línea A, todos los que viven cerca de Zaragoza, quienes llegan de Ixtapaluca a La Paz, quienes salen de San Vicente y suben en Santa Martha, los que llegan en los micros de todas las colonias de Neza.
Muchos, al igual que yo, decidimos rodear el recorrido por la Línea 1, la rosa; en mi caso, en vez de abordar en Pantitlán y viajar directamente a Chilpancingo, tuve que irme a Balderas y luego en la Verde (Línea 3), ir a Universidad para bajarme en Centro Médico y luego nuevamente a Tacubaya, pero por la Café (Línea 9).
Total, la afluencia de gente fue tal que definitivamente tuvieron que cerrar las puertas antes de llegar a los andenes; luego cuando finalmente la turba me llevó al andén de la rosa, mi primer punto fue estar en las escaleras por un buen rato, ya que los trenes se tardaron al menos cinco minutos en llegar, pero era tanta la gente que sólo se empujaban de un lado a otro, de un extremo, al contrario.
¿Cuál “Quédate en casa” si la gente no cabe en los andenes? ¿Cuál home office si la gente va a su chamba? ¿Cuál “sana distancia” si vamos todos apretujados? O como decían las abuelas… “Diosito nos agarre confesados”…
Finalmente, la misma inercia nos llevó a esperar el tren, entre empujones, apachurrones y maldiciones y contrario a lo que he vivido en otras ocasiones cuando el Metro falla, ahora no hubo peleas, ni un par de señoras se trenzaron de los cabellos, ahora el cardumen humano se trago su rabia y sólo pensó: “ya qué; que puedo hacer”, y se dejó llevar por el gentío para entrar apachurrados al Metro CDMX…
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(*) Trabajador administrativo
Mes: marzo 2021
LA CIUDAD ES ASÍ (Guardaré silencio). Por Márcia Batista Ramos*
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Todos los días busco palabras, las mejores, para colocarlas en un orden comprensible para mí, con la esperanza de que los demás, también, entiendan.
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Pienso que la ciudad, es un organismo vivo, así como nuestro cuerpo que abriga a millones de otras criaturas vivas, invisibles. Ni las vemos, no nos percatamos de su existencia, pero están todas ahí… en nuestra piel, en nuestro interior y, muchas, siguen vivas cuando nuestro cuerpo muere.
Es un tanto horrendo pensar que otros viven en tu cuerpo, pensar que se mueven y reproducen sobre tu piel, dentro de tu boca y en todos los lugares recónditos que significas como ser vivo. Y no te das cuenta. Te bañas y ellos son inmunes a tu jaboncillo o al agua. Otros están en tu cuero cabelludo y no quiero pensar en todos los organismos vivos que te pueblan. ¡Me da asco! Lo único que pienso es que, lo mejor es no pensar en ellos, para no sentir ningún escozor. Para que no se trasladen de la piel para debajo de las uñas y de ahí…
Pues, pienso que la ciudad es un organismo vivo, con millones de criaturas vivas, invisibles. Depende, en gran medida, del lugar social en que te encuentras para que seas invisibilizado en el paisaje. Depende, en gran medida, del lugar social que ocupas, para invisibilizar al otro.
No significa que seas un cretino o un tirano porque estás avalando la invisibilidad de otro ser humano o indiferente a tu propia invisibilidad ante los ojos del otro, del que pasa y no te ve.
De verdad, no debes sentir culpa. No debes preocuparte por eso. La verdad es que la culpa tiene el sistema. De verdad, cualquiera que sea el sistema, él tiene la culpa. La culpa siempre es del sistema. Para los individuos, ya no hay culpa. Ya no sobra nada. El sistema tiene los mecanismos sicológicos que llevan a una nación a abandonar sus ideales e incluso sus propios intereses, asimismo, posee rasgos afines con los tiranos de Shakespeare.
La ciudad, como organismo vivo, tiene una desmemoria notable. Se abstrae de cada transeúnte, antes mismo que él termine de pasar.
-¿Y qué?
-A nadie le importa.
Por eso nadie se salva de la amnesia de la ciudad. Por eso, la gente desaparece, como si fuera abducida.
Nadie ve.
Nadie sabe nada.
Nadie es reconocible…
Pareciera que la ciudad quiere a todos con miedo, acobardados y con necesidad de amparo; por eso a todos nos hace solitarios, entre tantos que pasan invisibles y tienen el poder de invisibilizar. El ir y venir, es un ejercicio realizado en medio de una atmósfera de extrañeza, como si todos estuvieran a punto de sufrir un cambio o de descubrir algo que les puede aterrorizar o liberar. Lo primero es más probable, más que lo segundo, si bien a veces se dan las dos cosas… Por todo ello, la precarización de las relaciones humanas es parte importante de la ciudad.
La ciudad es como un pozo del olvido, no siente una ausencia. Uno menos… Una menos… Parecen nombres inventados; especialmente los nombres de mujer; forman capítulos breves, cada uno de los cuales debería servir de punto de partida de una reflexión válida para cualquier ciudad o para la ciudad en general, pero, representan un dolor para los sobrevivientes invisibles, que siguen poblando la ciudad, con su dolor invisible sobre su espalda invisible, con un corazón sangrante: in – vi- si- ble. Vagando sobre una ciudad desmemoriada.
La intuición de los peatones anodinos, es fundamental para la supervivencia de cada uno, en la ciudad sin memoria, que nunca está preparada para afrontar la ola de neofascismo que recorre el planeta mientras, la ciudad, se hace cada vez más grande, con menos sentido, fragmentada por las tristezas, basuras, luces y bocinas…
Son muchas las vidas que ha acumulado la ciudad. También las muertes. Falta más arte para que la ciudad pueda crear herramientas para pensarse a sí misma. No hay criba temporal que logre cambiar la ciudad, para que empiece a reflejar en lugar de invisibilizar, recordar en lugar de olvidar, proteger en lugar de abandonar.
…
El tiempo hace su trabajo. Yo hago el mío.
Recojo palabras esparcidas por las calles de la gran ciudad, que se mueve frenéticamente, día y noche y derrama, como quien suda, todo tipo de palabras y gemidos y gritos… Sin saber bien hacia dónde voy, solo recojo palabras para tratar de ordenarlas, muchas veces, antes de empezar a ordenarlas, en una esquina cualquiera escucho: -el texto o la vida.
…
Sé que no vas a entender, por eso, a partir de ahora, guardaré silencio. Incluso en el pensamiento.
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(*) Márcia Batista Ramos, nació en Brasil. Licenciada en Filosofía. Gestora cultural, escritora, poeta y crítica literaria. Es columnista en la Revista Inmediaciones, La Paz, Bolivia y en periodismo binacional Exilio, México. Publicó: Mi Ángel y Yo; La Muñeca Dolly; Consideraciones sobre la vida y los cuernos; Petty Barrón De Flores: La Mujer Chuquisaqueña Progresista Del Siglo XX; Tengo Prisa Por Vivir; Escala de Grises – Primer Movimiento; Rostros del Maltrato en Nuestra Sociedad; Dueto; Escritoras Cruceñas, Caballero, Reck & Batista; Escritoras Contemporáneas Bolivianas, Caballero, Decker & Batista; Caspa de Ángel – antología de cuentos, crónicas y testimonios del narcotráfico, Batista-Ramos & Carvalho Oliva. Es colaboradora en diversas revistas internacionales.
MIRAR SIN VER. Por Márcia Batista Ramos (*)
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En el mirar sin ver, está la base de la abstracción que carcome los nervios y que llamamos stress.
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Me contacto contigo, mientras escribo, con la sensación de que escuchas mi voz.
Y no nos conocimos.
Y tú no sabías que escribo para ti.
Yo no sabía que tú me leerías. Que escucharías mi voz al leerme. Que, después, recordarías mis palabras. Que, de alguna manera, después, yo me quedaría en tu memoria. De alguna manera, haría parte de ti para siempre, cuando se extinguiera tu cuerpo y yo me quedara en tu mente al unísono con el universo, mis palabras que fueron leídas por ti, te acompañarían en la eternidad. En el infinito.
Yo no sabía.
Gracias, por haberme explicado.
Te contactas conmigo, mientras me lees escuchando mi voz, que te buscó en el espacio, en un viaje energético, que resistirá al tiempo y a nuestros cuerpos y a nuestra era, porque está registrado de forma escrita y de forma akáshica, en los anaqueles del tiempo, también llamados: anaqueles de la memoria colectiva, anaqueles del universo.
Sé que te miras al espejo a menudo. ¿Pero, te viste en el espejo últimamente?
Vivimos en la misma ciudad, nos abastecemos en el mismo mercado y paseamos por los cafés más elegantes de la ciudad, que son los mismos… Vamos a esos locales, para que nos vean, para no sentirnos tan anodinos en un mundo, miserablemente, diseñado en padrones de importancia: tener, demostrar que se tiene, darse importancia… Todos nos miramos y no nos vemos.
En vano vamos a esos lugares.
Pasamos, lado a lado y en la memoria no hay ni la sombra de ese momento.
Tantos lugares comunes y, sin embargo, no nos conocemos.
Nos miramos por ahí y nunca nos vimos.
No existes para mí.
No existo para ti.
Todo fue siempre así:
El filósofo Baruch de Spinoza solo conoció a Rembrandt después de su muerte, porque el doctor Joannis Van Loon fue médico, amigo y admirador de Rembrandt y lo acompañó durante los últimos momentos antes de su muerte, además, pagó el funeral del pintor; el médico le contó a Baruch, muchos detalles de la vida, circunstancias y expiración de Rembrandt; con tanto detalle, que el filósofo, se quedó con la certeza de haber conocido a Rembrandt, íntimamente.
(De cierta forma, pasa lo mismo conmigo y Alejandra que sabe cuándo estoy en la calle y me repite, insistentemente, que estoy en la calle…)
El doctor Joannis Van Loon, absorbió todo el desconsuelo de Rembrandt quién, por un cúmulo de circunstancias adversas, murió en la peor de las miserias, en total pobreza, sin pertenecías, sin su colección de arte. Paupérrimo…
Empero, la triste situación que rodeó la muerte de Rembrandt, más que la pobreza económica, fue la injusticia sufrida por el genio, que llevó a su único amigo Joannis Van Loon, a hacerse una serie de cuestionamientos sobre la falta de misericordia en el género humano y lo desagradecidas que son las personas, aquellas que en determinado momento reciben alguna clase de ayuda y que cuando se las necesita retribuyen con maldad, envidia e indiferencia, mostrando lo miserables y mediocres que son.
Estas ideas sobre la pequeñez del género humano, sobre la ingratitud, codicia humana, mezquindad y tacañería, sumadas a la muerte del amigo sumido en la pobreza, enfermó (en el alma) al doctor Joannis Van Loon. Quién, reflejó en su propio cuerpo la situación espiritual por la cual transitaba.
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No es fácil, asimilar la conducta humana basada en el despecho, especialmente, de aquellas personas que en determinado momento recibieron alguna clase de ayuda de uno…
Cuando miramos al detalle el mundo que nos rodea, pareciera que colocamos los ojos en el lugar equivocado, al ver la poquedad del otro, que te sonreía y te decía amigo, después, arratonado por sus propios sentimientos, te apuñala por la espalda.
Al observar ésas actitudes, sumadas a otras, igualmente, bajas, uno se queda desconcertado y se pregunta. ¿Qué pesadilla es ésta?
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A lo mejor, no te olvides de tus audífonos, porque el ruido de la calle se mezcla con la maledicencia de la gente vil. Hay que evitar la sordidez humana, sea cual fuere el canal.
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Debido a las circunstancias, el doctor Van Loon fue a reposar a casa de otro amigo, Christiaan Huygens, el famoso científico que inventó el reloj de péndulo. Allí se encontró con el filósofo Baruch Spinoza, también amigo de Christiaan, con quien tuvo la oportunidad de conversar.
Baruch Spinoza, era conocedor de la obra de Rembrandt, porque tuvo la suerte de ver sus más bellas pinturas en las colecciones privadas de muchos de sus amigos, a los cuales visitaba.
Tal vez, cruzó una mirada con Rembrandt en alguna esquina, o le cedió el paso en alguna puerta donde se cruzaron por, simple ironía del destino y se miraron, pero no se vieron… Como suele suceder.
Así es: Baruc y Rembrandt, seguramente se miraron, pero no se vieron, tampoco fueron presentados, pese a que habitaron la misma ciudad, en la misma época y tuvieron amigos que eran amigos de sus amigos…
Baruc Spinoza, se interesó por las circunstancias del deceso de Rembrandt, le pidió al doctor Van Loon que le relatara la triste historia de la muerte del pintor. Y así, durante unos cuatro días consecutivos, Van Loon narró con todo detalle, lo que ocurrió durante los últimos días de vida de Rembrandt.
Tal vez, fue de gran impacto para Spinoza, enterarse de la gente mezquina y tan poca cosa, que, en algún momento, obtuvo algún provecho del genio y después lo dañó o trató de aislarlo, sin pena ni gloria, de la manera más burda, propia de cierta parte del género humano, que se mimetiza en los espacios donde, por algún motivo, son común a ciertos grupos.
Posiblemente, de esta conversación, surgió la inspiración en Spinoza para hacer un análisis detallado de toda la gama de sentimientos humanos… Y escribir sobre el hombre ético.
No sé, si fue así, apenas medito.
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Muchas veces, encontrarás el éxito en lugares lejanos, donde las personas tienen la mente más abierta que aquellos que habitan cerca de tuyo; la gente de otros paralelos, tal vez no tema a la competencia, porque, sencillamente, ya comprendieron que no existe la competencia.
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Ten cuidado cuando salgas a la calle, el mundo no es un sueño, casi bordea la pesadilla. Depende de ti, mantenerte atento, a pesar de los audífonos.
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Baruch de Spinoza dijo al médico enfermo que debería “Escribir para sanar” y el médico, en su postrimería dejo escrito que la escritura fue su curación.
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“Un rostro frente a tus ojos que lo miran y por favor: que no haya mirar sin ver.” Me dijo, Alejandra y ahora me miras, mientras lees lo que te escribí, sin saber que lo leerías…
Sé que me ves.
Sabes que te veo, mientras me lees.
Porque somos uno en el tiempo.
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En la vida agitada, casi sin sentido, está la base de la abstracción que carcome los nervios y que llamamos stress.
(¿por qué Alejandra, no me dijo que hay el mirar sin ver?)
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(*) Márcia Batista Ramos, nació en Brasil. Licenciada en Filosofía. Gestora cultural, escritora, poeta y crítica literaria. Es columnista en la Revista Inmediaciones, La Paz, Bolivia y en periodismo binacional Exilio, México. Publicó: Mi Ángel y Yo; La Muñeca Dolly; Consideraciones sobre la vida y los cuernos; Petty Barrón De Flores: La Mujer Chuquisaqueña Progresista Del Siglo XX; Tengo Prisa Por Vivir; Escala de Grises – Primer Movimiento; Rostros del Maltrato en Nuestra Sociedad; Dueto; Escritoras Cruceñas, Caballero, Reck & Batista; Escritoras Contemporáneas Bolivianas, Caballero, Decker & Batista; Caspa de Ángel – antología de cuentos, crónicas y testimonios del narcotráfico, Batista-Ramos & Carvalho Oliva. Es colaboradora en diversas revistas internacionales.
EN EL INSÓLITO TIEMPO. Por Márcia Batista Ramos*
“Extrañas son las horas y su marcha tan arbitraria.”
Jorge Muzam
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Abandono lo que estoy escribiendo y me entrego a la cavilación sobre la vivencia y la conceptualización del tiempo. Como nigromante, invoco a los espíritus del pensamiento occidental, para tentar explicar la medida del tiempo, que es algo arbitrario, empero, que nos dice respecto mientras estamos en la experiencia de la vida.
Está aceptado y establecido que el tiempo es una magnitud física con que se mide la duración o separación de acontecimientos: “Acontezco\
Te pienso: divago sobre la bruma, \tu mano acaricia la espuma\ el aerostático me lleva más allá de Katmandú, \veo la luna.”
La separación de mi acontecer y el momento actual, representa el espacio de tiempo, donde el tiempo transcurrió mientras yo te pensaba, divagaba sobre la bruma, tu mano acariciaba la espuma, el aerostático me llevaba para más allá de Katmandú y veía la luna.
Tiempo, eternidad, movimiento, Dios, Espíritu.
San Agustín, el obispo de Hipona, conecta el asunto tiempo con un argumento de dimensión universal y, hace una precisión claramente contraintuitiva del tiempo, sosteniendo la inexistencia real y solamente mental de pasado y futuro, y real sólo del presente. El tiempo es medida del movimiento. Es obra de Dios y surge con la creación, no la antecede, por lo que Dios es anterior al tiempo, aunque no en sentido cronológico, afirmó.
Me apropio de las palabras de Fernando Pessoa: “¡Aprovechar el tiempo! ¿Pero qué es el tiempo para que yo lo aproveche?”
La Real Academia Española dice que el tiempo permite ordenar los sucesos en secuencias, estableciendo un pasado, un futuro y un tercer conjunto de eventos ni pasados ni futuros respecto a otro, cuya unidad en el sistema internacional es el segundo.
Como de costumbre, pese a la estrecha familiaridad con el tema, porque lo vivencio a cada instante, advierto que algo se me escapa. Esa sospecha no es sólo una sensación, eventualmente, es una especie de muro de sujeción del pensamiento analítico.
El tiempo es la época durante la cual vive alguien o sucede algo.
La vida, como estancia humana en el planeta Tierra, manifestada a través de un cuerpo, siempre es una experiencia inacabada, porque falta algo para hacer y cuando se termina el tiempo en la tierra y no existen más posibilidades, lo que falta para hacer, seguirá para siempre en la misma condición, porque las posibilidades de hacer terminan. Por eso, no existe tiempo fuera del límite de tu propia existencia.
Empero, según la mecánica de Newton, el tiempo es independiente de la situación y movimiento del observador. Y según la teoría de la relatividad especial de Einstein, depende de la situación y movimiento del observador.
(Conjeturas, teorías…)
Me siento obligada a releer, la definición de tiempo: Duración de las cosas sujetas a mudanza, también, magnitud física que permite ordenar la secuencia de los sucesos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro, y cuya unidad en el sistema internacional es el segundo.
El ritmo de vida en nuestro planeta es determinado por el sol, la definición original sería que una hora es la veinticuatroava parte del periodo de rotación del planeta. El minuto es la sesentava parte de la hora, y el segundo la sesentava parte del minuto.
Pero, el tiempo revolucionario francés, que comenzó a funcionar el 24 de noviembre de 1793, cada día tenía 10 horas, cada hora tenía 100 minutos, cada minuto tenía 100 segundos. No funcionó, porque no pudieron comprar relojes nuevos, atribuyeron el fracaso a la fuerza de la costumbre. Yo preferiría vivir bajo la arbitrariedad francesa y no tener un día 1440 minutos, si consideramos la medida arbitraria del tempo que nos rige.
La medida de tiempo es arbitraria por antonomasia, hay sitios donde estamos en 2021, mientras en otros están en el 1442 – musulmanes, 4718 – chinos, 5781 – judíos, 2562 – budistas.
Nada impide medir el tiempo como las distancias, tomando un punto de partida y contando cuántas unidades hay desde ese punto.
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El tiempo es parte de la secuencia de los sucesos.
Para mí, el reloj solo es útil en cuanto la vida palpita, asimismo el tiempo solo existe mientras existimos como seres humanos poblando el planeta: “Soledad
Un reloj marcando las horas, en una casa vacía”.
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El calendario es una cuenta sistematizada del transcurso del tiempo, asimismo es otra construcción arbitraria que nos imponen y no tenemos tiempo para refutar.
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UTC (tiempo universal coordinado), ya no está regido por el meridiano de Greenwich. Ahora hay 400 relojes atómicos repartidos alrededor del mundo que nos dan la hora virtual. No es medida por la observación astronómica, sino por un electrón que da vueltas alrededor del átomo.
El tiempo es un objeto político: hay que ocuparlo, poseerlo, para controlarlo mejor.
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Tiempo para mí es memoria, experiencia y palabra que manifiesta la experiencia y la memoria de la misma.
Pero, Fernando Pessoa me dice: “¡Aprovechar el tiempo!… ¡Ah, déjenme no aprovechar nada! ¡Ni tiempo, ni ser, ni memorias del tiempo o del ser! Déjenme ser una hoja de árbol; titilada por brisas, La polvareda de una carretera involuntaria y sola, El surco dejado en la carretera por las ruedas en tanto no vienen otras, El trompo del muchacho, que va parándose Y oscila, en el mismo movimiento que el de la tierra, Y estremece, en el mismo movimiento que el del alma, Y cae, como caen los dioses, en el suelo del destino.”
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Por último, pienso que el tiempo es una medida imaginaria que proporciona la posibilidad de una linealidad que ayuda a vivir en el actual caos cotidiano, en las sutiles encrucijadas de la mente.
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(*) Márcia Batista Ramos, nació en Brasil. Licenciada en Filosofía. Gestora cultural, escritora, poeta y crítica literaria. Es columnista en la Revista Inmediaciones, La Paz, Bolivia y en periodismo binacional Exilio, México. Publicó: Mi Ángel y Yo; La Muñeca Dolly; Consideraciones sobre la vida y los cuernos; Petty Barrón De Flores: La Mujer Chuquisaqueña Progresista Del Siglo XX; Tengo Prisa Por Vivir; Escala de Grises – Primer Movimiento; Rostros del Maltrato en Nuestra Sociedad; Dueto; Escritoras Cruceñas, Caballero, Reck & Batista; Escritoras Contemporáneas Bolivianas, Caballero, Decker & Batista; Caspa de Ángel – antología de cuentos, crónicas y testimonios del narcotráfico, Batista-Ramos & Carvalho Oliva. Es colaboradora en diversas revistas internacionales.