TÉRMINOS QUE CAUSAN CONFUSIÓN EN LOS TRABAJADORES. Por Javier Sánchez

  • Pensión y ahorro no son lo mismo
  • Uno, derecho ganado, reformas neoliberales, el otro
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    Para comprender realmente la protección, seguridad y cuidado, que puede aportar la seguridad social a la ciudadanía, radica en separar el manejo didáctico, que se lleva a cabo, entre los beneficios reales, que tiene una Administradora de Fondos para el Retiro(AFORE)y los de una Pensión.
    Las Afores, es un término que se maneja inicialmente como una aportación voluntaria, que realiza un trabajador, que se encuentra afiliado al IMSS o al ISSSTE, a partir del Régimen 2007.

    El Ahorro, de acuerdo al Banco de México, vendría siendo la cantidad monetaria excedente de las personas, que tras cubrir sus gastos, puedan guardar.
    Por su parte, la pensión, es la cantidad periódica -temporal o vitalicia-, que la seguridad socia paga, por causas como jubilación, viudez, orfandad o incapacidad, ya sea parcial o total.
    Cómo se podría observar a simple vista, ahorrar en una Afore o para una pensión, tendría el mismo valor material, pero no es así, la diferencia radica, en que la pensión es una renta vitalicia, que el Estado, por ser considerado el aval de la seguridad social, tiene la obligación jurídica de pagarla y asegurarla de por vida.

    En tanto, las Afores, al ser considerado como la aportación de un retiro programado, se recibe cierta cantidad mensual o en una sola aportación, hasta que se agoten los recursos acumulados en una cuenta individual y/o subcuentas, con las que cuente el trabajador.
    La verdadera diferencia jurídica, radica en que todos los trabajadores afiliados al IMSS y al ISSSTE, beneficiados por el régimen 73, tenían derecho a lograr una pensión vitalicia, debido a sus años de servicio, incluso para sus familiares directos, situación, que según los tecnócratas, este es el factor principal que ocasiona la crisis financiera de las dos instituciones, más importantes, que el país tiene en materia de seguridad social.

    Dicha situación, originó una reforma financiera a partir del año 2007, que destinaba a las Afores, como los órganos responsables de manejar las “pensiones” de los trabajadores públicos y privados, perjudicando con ello, a estos, ya que, ni siquiera pueden discernir, sobre qué hacer con sus ahorros, escondiendo, en todas estas reformas fraccionadas de índole jurídico, financiera y administrativas, la verdadera intención, que es buscar la desaparición de las pensiones, sin contemplar, la crisis que se tiene programada para los años del 2030 o bien para el 2050.
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ABDUMOMINOV ABDULLOH. Por Márcia Batista Ramos

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Todos recordamos las historias de Samarcanda con sus cúpulas celestes contadas por Marco Polo, al referirse a la Ruta de la Seda; pero no recordamos que Samarcanda es una ciudad de Uzbekistán, un país de Asia Central, conformado históricamente por muchos pueblos que pasaron por su territorio a lo largo del tiempo.
No es sencillo determinar el pasado de la literatura en un territorio delimitado de forma tan artificial como el que compone Uzbekistán, un país que no responde claramente al asentamiento histórico de una etnia o comunidad determinada, como sucede en otros lugares. Inicialmente se asentaron en el territorio los persas, los griegos y los árabes.
Destacaron en la región algunos autores como Avicena (980 d. C) uno de los más relevantes filósofos y médicos de su época y de la historia, mismo siendo de cultura persa, nació en el actual Uzbekistán y dejó más de trescientas obras literarias, la mayoría tratados, escritos antes del inicio de la esencia uzbeka.
Taskent es la capital de Uzbekistán, es famosa por su gran cantidad de museos y su mezcla de arquitecturas. Precisamente en esta hermosa ciudad, vive Abdumominov Abdulloh (Dostim Abdumominov) un joven escritor, de apenas 13 años que está escribiendo su nombre en la historia de la literatura del siglo XXI.

Abdulloh Abdumominov nació en el 29 de noviembre de 2008 en Taskent. A la edad de cinco años comenzó a leer literatura oriental. Mostrando desde esa temprana edad su gran afición por a la literatura y empezando a escribir cuentos cuando tenía diez años.
Sus cuentos fueron traducidos a varios idiomas y publicados en diferentes países. Abdulloh Abdumominov participó en concursos internacionales ganando algunos premios.
Sus trabajos fueron publicados en periódicos, revistas y sitios web de Uzbekistán, Rusia, Pakistán, India, Kazajstán, Daguestán, Indonesia, Israel, Bélgica, Rumania, Argentina, China. Su trabajo está traducido al ruso, inglés, kazajo, hebreo, indonesio, rumano, español, chino. Él es coordinador para Uzbekistán del periódico africano Kenia Times y de la revista Namaste India Magazine.
Abdumominov Abdulloh dice que: “El propósito de escribir una historia es inculcar en los niños un sentido del tiempo y de la cultura”.

Les dejo una narrativa del joven autor.
LADRONES DE TIEMPO* Abdumominov Abdulloh
Mi nombre es Doniyor. Mi vecino Abdullah y yo nos hemos hecho amigos cercanos. Un día no pudimos encontrar ninguna forma de divertirnos. No teníamos objetivo. No sabíamos qué hacer. Cuando estábamos haciendo algo con un trozo de madera, mi padre se despertó de repente. Tenía los ojos entreabiertos cuando dijo:
“¡Oigan, ladrones de tiempo! ¿Están perdiendo el tiempo?

No entendía en absoluto el significado de los «ladrones de tiempo» de mi padre. Quise preguntar, pero él se durmió.
Mi amigo Abdullah también preguntó «¿Somos ladrones?»
Cuando llegó el día, entró en su casa. También me quedé dormido por el agotamiento. Pero recordé que llegaría tarde a la escuela, así que rápidamente me lavé la cara y tomé té a toda prisa.
No recuerdo lo que comí. Pensé que llegaría tarde a la escuela, pero la clase aún no había comenzado. Tan pronto como llegué, entró el maestro. Todos saludamos al maestro con respeto.
“¡Mis queridos estudiantes! Estoy encantado de verlos. Mi alegría es ilimitada.”

Justo cuando nuestro profesor nos estaba explicando el tema, uno de mis compañeros entró y dijo: «Profesor, lo siento, llegué tarde hoy».
“Doniyor, no llegues más tarde”, dijo el maestro. “Esta vez te perdono, pero la próxima vez te castigaré”.
“Queridos alumnos”, dijo el maestro, “debéis construir un nuevo Uzbekistán y, al mismo tiempo, justificar la confianza de vuestros padres, dispuestos a dar la vida por vosotros. Si te vuelves famoso, estaré orgulloso de decir en la calle que le enseñé a este estudiante”, dijo.

Estas palabras de mi maestro tuvieron un efecto especial en mí, y aumentaron la confianza en mí mismo. Varios susurros comenzaron en el salón de clases.
«¿Vendrás a mi cumpleaños mañana?» También escuché esas palabras. Estaba claro que nuestro maestro también escuchó estas palabras.
«Ladrones de tiempo», dijo el maestro. Su mirada aguda hacia los estudiantes estaba marcada por el arrepentimiento. «Ladrones de tiempo».
Había escuchado estas palabras de mi padre mientras jugaba con mi amigo. Por eso no me extrañó escucharlas.
Mis compañeros de clase estaban atónitos.

Doniyor, temblaba de miedo, como mi amigo Abdullah, como si hubiera cometido un crimen.
«Doniyor, ¿por qué estás temblando?» preguntó el maestro.
Nos llamaste ladrones, ¿verdad? Después de todo, ¿no se castiga a los que roban?
“Los ladrones de tiempo son castigados por el tiempo mismo. Al hacerlo, te estás haciendo daño a ti mismo.» dijo el profesor.
“Maestro, no entiendo el significado de esta oración en absoluto. Cuéntenos sobre el robo de tiempo”.
“Por lo general, los que roban son castigados”, dijo el maestro. “Los ladrones de tiempo no son una excepción. Es cierto que el ladrón del tiempo no es castigado. Ni siquiera es responsable ante la ley. Pero perder tu tiempo ahora es equivalente a robar tu tiempo, tu futuro. Si dedicas todo su tiempo a la ciencia, ahorrará tiempo y te convertirás en una persona destacada en el futuro.
¡Oh! Mi amigo Abdullah y yo somos los ladrones de nuestro futuro, pensé.

Estas palabras del maestro me inspiraron y en ese momento me di cuenta de lo que era un «ladrón de tiempo».
Incluso volví a nuestra casa a toda prisa: “Abdullah, ¿estás ahí? A partir de hoy, puedo decir que entiendo el valor del tiempo.
“Sí, Abdullah, entendimos, ahora no debemos robar nuestro tiempo, solo estudiaremos. En el futuro, estaremos entre las personas destacadas mencionadas por mi maestro. Estoy de acuerdo contigo. ¡No pierdas tu tiempo! ¡Siempre recordaré que el tiempo es un trofeo!
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Traducción de Márcia Batista Ramos
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QUIEN SIEMBRA VIENTOS COSECHA TEMPESTADES. Por Márcia Batista Ramos

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Era uno de estos días fríos y de lluvia, los pies de Cesar dolían mucho por la artritis gotosa, no podía salir de la cama, pero se vio obligado a arrastrarse al baño, frente al dormitorio, para orinar. Volvió a la cama y el dolor se tornó más intenso, estaba solo no tenía a quien quejarse, entonces alzó el teléfono y llamó a la hermana: una enfermera jubilada, flaca, huesuda con la amargura esculpida en la faz…
Mientras esperaba que llegue la hermana con su mala voluntad, él empezó a recordar la escuela
primaria en el Instituto Americano, el chofer y la buena vida de niño rico hasta terminar el quinto básico. Después, pensó en las vueltas de la vida y renegó contra el padre, ya difunto, por no poder mantenerlo en el colegio particular y mezclarlo con los chicos del fiscal, que no lo aceptaban hasta que ingrese a la secundaria.
La hermana entró en la casa con su propia llave, le inyectó corticoides en los dos pies y le reclamó porqué bebió hasta ese extremo. “Cuídate mucho, en otra no cuentes conmigo no estoy para cuidar a borrachos…Chau, chau.”

Cesar, agarró el espejo que estaba sobre el velador y empezó a mirar su rostro. Intentaba reconocer la imagen que veía, al mismo momento en que buscaba su otra faz perdida en el tiempo. Miraba al espejo las arrugas profundas, la cara surcada por la vida, el tic en el ojo derecho que le hacia más “sui generis”; su rostro había ennegrecido con el tiempo, el pelo se conservaba negro apenas le blanqueo totalmente la nuca. El hombre hizo una mueca de disgusto, se fijó en las grandes entradas en su frente y se dio cuenta que envejeció… “¡miércoles!” exclamó entre dientes, “que manera de ser infeliz”, pensó.
Se dio cuenta en un instante que la vida estaba finando y que él ya no tenía nada, no era nada y tendría que entrar a la fila para recibir el bono de la tercera edad, que le hacía falta para completar el mes, pues, su taxi no rentaba mucho, existe mucha competencia… Su único orgullo eran los dos hijos profesionales (con el titánico sacrificio de la esposa); una profesión fue cosa que él no logro, aún que tuvo oportunidad de ingresar a la universidad, pero, salió por perezoso e irresponsable y lógicamente, se arrepintió.
“¡Ay! ¿Dios mío porque tuve tan mala suerte en la vida? Siempre fui tan trabajador, hice de todo, pero, nunca sobro…Que desgracia.” Así rezongaba Cesar hablando con el espejo, sintiéndose victima de la vida. Se comparaba con otras personas que llegaron más lejos que él, pese a que empezaron de mucho más abajo. No tenia muchos amigos porque su teoría consistía en que: “Para tener buenos amigos hay que tener plata.” Como no tenía plata, su círculo social se había reducido a pocos parientes, a tal punto que buscaba motivos para hacer fiestas, para tener visitas y cierto status entre los pocos suyos, en resumen, hacia fiesta si nació la pata o si murió la pata…
Cesar se durmió en medio a sus quejumbres, los sueños recordaban invasiones nocturnas a domicilios de gente desconocida, golpes, culatazos, niños llorando, violaciones a mujeres y niñas, robos de objetos de valor, torturas y decomiso de material subversivo de izquierda. Entonces, despertó sobresaltado y dijo a sí mismo: “Era una época, ya pasó, yo no era el único, muchos estaban en la Legión Boliviana, y también yo era obligado a cumplir ordenes, era joven y los hermanos Alarcón eran jefes rudos y despiadados… Además, en aquellos años tenías que posicionarte, si no, te jodías. ¡Caray! Ya me había olvidado de aquellos tiempos…Fui medio estúpido, porque no supe aprovechar cuando el General regresó al poder y hacer un poco de plata; es que no me gusta pedir nada a nadie. Asimismo, siempre me conocieron solo por mi apellido y por el grado de capitán que tuvo mí padre (antes que le dieran de baja) no quiero que me venga un proceso judicial encima. Eso es página volcada…”
Él trató de no pensar más en su sueño. En tantos años no hizo un análisis de conciencia, este no tendría que ser el momento, de cualquier forma, no sentía remordimiento ni culpa. Volvió a dormir el sueño de los justos; porqué Cesar nunca pensó que pertenecía a la peor escoria. Tristemente él derrochó su juventud en el hampa: matando, torturando, violando, robando en nombre de una dictadura infame. Desde luego el desdichado éste, no sabía que quien siembra vientos cosecha tempestades.
La tarde llegó con un sol medio oculto por las nubes, la lluvia había descansado y los pies de Cesar ya no dolían, despertó bien humorado. Decidió comprar algo para cuando llegase la esposa y los hijos del trabajo. Salió en su taxi, tuvo suerte pudo parquear en pleno centro. Fue caminando por el pasaje 25 de mayo y cayó con un colapso fulminante. Las personas se amontonaron a su alrededor mientras esperaban una ambulancia; entre la multitud de curiosos una voz de sufrimiento y alivio dijo: “¡Ah! Ese era uno de esos paramilitares de mierda de los años setenta.”
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