EL NARCOTRÁFICO Y LA NORMALIDAD SOCIO CULTURAL EN EL IMAGINARIO COLECTIVO. Por Márcia Batista Ramos (*)

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Sobre la sociedad latinoamericana y las marcadas diferencias económicas y sociales que le son características como la exclusión y la pobreza, ahora se suma un problema más, el de los límites y las fronteras entre la ilegalidad y la necesidad, de tal suerte que la cultura del narcotráfico se viene imponiendo en la región a la vista y paciencia de todos.
A sabiendas de que el narcotráfico constituye un circuito productivo-comercial ilegal de las drogas, prohibidas internacionalmente y que, además, propicia otras actividades ilegales como el tráfico y trata de personas, la violencia sexual, secuestros, asesinatos y lavado de dinero, entre otros. Me sorprende de sobremanera, la cobertura que tiene la serie televisiva mexicana La Reina del Sur, sobretodo, porque ahora está filmando en Bolivia, país tiene localidades integras sumidas en una pobreza espantosa, es productor de cocaína y no logra superar el flagelo del narcotráfico.
Comparto la idea de que no se trata de negar una realidad y querer ocultar el importante papel que juega Bolivia como país productor de drogas en el circuito delictivo productivo-comercial del narcotráfico. Empero, entiendo que no se debe normalizar en el imaginario colectivo, la delincuencia y el crimen organizado. Es menester, educar una sociedad para combatir el crimen y lograr niveles de desarrollo elevados.
Muchos de los cultivadores de la hoja de coca para el uso ilícito, se dedicaron a esta actividad, como consecuencia de las condiciones de miseria, marginación y desesperación derivadas de la falta de oportunidades, sin justificarlos de ninguna manera, hago una crítica a los gobiernos de turno que históricamente, no lograron hacer políticas que propicien cambios estructurales en el país hasta el día de hoy.
Tornar el delito en un espectáculo, es hacer más insegura a una sociedad ya que, la violencia material y simbólica, marcada por un sentimiento profundo de humillación y dotado de una crueldad exacerbada por parte de quienes se han sentido lastimados en su honor, es uno de los valores más importantes en el narcotráfico; infelizmente transmitido a través de la televisión en la región.
Como la televisión es un referente sociocultural relevante, el conjunto de prácticas y comportamientos que genera tiene un importante impacto en la sociedad, entonces, muchas personas, jóvenes sobretodo, pueden adoptar hábitos equivocados ya sea por imitación, gusto o deseo de pertenencia al mundo de poder y gloria que ven en la televisión sin ponderar que es apenas el mundo del hampa. Desconociendo que el narcotráfico es un fenómeno responsable de 90 por ciento de la población carcelaria mundial. Admirarlos o imitarlos, solo va a contribuir a más miseria y muerte. Motivo por el cual, no se debe fomentar la normalización de un fenómeno delincuencial, para que no permee la sociedad e imponga sus reglas del juego.
Entiendo que el éxito de la producción televisiva ilustra la sólida integración simbólica del narcotráfico a la sociedad y el estrecho vínculo condicionado por el dinero, entre el narcotráfico y los más excluidos o castigados socialmente.
Lamento que, desde los hogares, exista la asimilación e interiorización del fenómeno, como una verdadera subversión de los valores, además de la transformación de la sociedad que se está deteriorando cada vez más; se está aceptando conscientemente o no, una nueva concepción del mundo y del papel que debe desempeñar el gobierno, las instituciones y la familia.
Pienso que la serie televisiva donde la protagonista representa una delincuente, está fomentando en el imaginario colectivo, la idea de que el crimen compensa y eso es extremadamente perjudicial para las generaciones más jóvenes, que pueden caer en la delincuencia al asimilar con normalidad que el narcotráfico puede ser un medio de poder y ascensión social.
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(*) Licenciada en Filosofía, gestora cultural, escritora, poeta y crítica literaria. Columnista en la Revista Inmediaciones (La Paz, Bolivia) y en periodismo binacional Exilio, México.