ALGUNAS CLAVES SOBRE LA PERSONA Y LA ARTISTA ROSE MARIE CANEDO. Por Andrés Canedo (*)

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Al cabo de muchos años, cuando las heridas finalmente se cerraron, escribí mucho sobre ella, incluso mi novela Pasaje a la nostalgia que la tiene como protagonista. También, me he referido muchas veces, indirectamente, a su trabajo en el teatro. Pero nunca lo había hecho, específicamente, respecto de su labor en este arte, aunque muchas personas lo expresaron por mí y los homenajes a la hora de su muerte y aun después, fueron numerosos. Hoy lo intentaré por primera vez.
¿Por qué se ha dicho que el teatro boliviano, se divide en un antes y un después de Rose Marie Canedo? Se puede hablar, claro, de calidad, de transmisión de emociones, de creatividad, de precisión en las puestas en escena y de excelencia en los actores y actrices, pero, aunque no podamos dar la respuesta precisa, es eso lo que se dijo sobre su manera de hacer teatro. Yo trataré de esbozar brevemente al ser humano que ella era, y de pintarla a través de una cronología de sus trabajos y de algunos de los comentarios vertidos sobre ella.
Es difícil pretender explicar el proceso de creación de un artista, sólo es posible emitir algunas hipótesis, rastrear pistas, imaginar los procesos secretos del alma. Y, siguiendo pistas, tal vez haya que recurrir al proceso de su formación, que yo, como su compañero de vida, pude presenciar desde afuera. Entonces, debo recordar que la conocí cuando ella tenía quince años, que bajaba las gradas de su casa y que, desde las posibilidades que ofrecía mi visión, fui viendo primero sus piernas, luego el cuerpo todo y, finalmente, el rostro que me envió mensajes de luz, que me hizo entender para qué había vivido hasta ese instante. Nos enamoramos y solíamos leer en la sala de su casa, a Dostoievsky, a Herman Hesse, y escuchar música clásica, sobre todo Tchaikovsky. Que tiempo después, ella viajaba con su madre para visitarme brevemente en Córdoba, y luego seguían hacia Buenos Aires, donde vivía su hermana y allí se quedaban las dos hermanas. Entonces, como era maravillosamente audaz, en el tren en el que regresaba su madre a La Paz, pero en otro vagón alejado del de su progenitora, venía también ella, clandestina, para quedarse unos días conmigo. Podría haberlo hecho, sin riesgos, un día después o en otro medio de transporte, pero me decía: “Así me gusta más, con peligro. Además, no quería perder ni un minuto para estar contigo”. A veces, cuando los estudios me lo permitían, viajaba yo a Buenos Aires, y solíamos recorrer plazas y parques y ella me expresaba: “Esta ciudad amplia y abierta, me ensancha el alma. La siento mágica y expresiva, además, con el alma ensanchada, veo esbozos del futuro, y no te asustes, pero algo me dice que no será mucho el tiempo en que estaremos juntos”. Y yo me asustaba, claro, pero la presencia vigorosa de la felicidad me hacía olvidar esos temores.
Yo empezaba el tercer año de medicina cuando nos casamos, y ella se vino conmigo a Córdoba. Allí, en la universidad, estudió durante un tiempo cine, y supongo, que ese estudio de las imágenes, de los encuadres, de los cuerpos vivos en acción, contribuyó a formar su manera de ver las cosas y entender la expresividad que podían tener las formas y los movimientos. En Córdoba veíamos teatro del bueno, por ejemplo, Macunaima, (Mario de Andrade); El arquitecto y el emperador de Asiria (Fernando Arrabal); Las criadas (Jean Genet); La prostituta respetuosa (J.P. Sartre). Es de pensar que aquellas buenas puestas en escena, los excelentes actores, los diferentes estilos, iban trazando caminos en su alma. Asistíamos también a excelentes conciertos y, para citar sólo un nombre, me referiré a Astor Piazzolla, sin dejar de mencionar a las exposiciones de clásicos y no tanto, como las presentaciones de la Sinfónica en el Teatro Rivera Indarte o Les Luthiers y la multitud de cantautores solitarios que se presentaban. Y por supuesto, los buenos discos comprados, Penderecki, Ligetti, los clásicos, que podíamos oír en un tocadiscos que habíamos comprado a plazos. La música y su capacidad de llegar directamente al alma y desatar aluviones de imágenes y emociones, van conformando un espíritu. Pero también las lecturas, las palabras vivas (las asambleas estudiantiles, los amigos que habían decidido jugarse su destino, la visión de la realidad misma) iban conformando su sentir y pensar. Así nos tocó vivir los días primero esperanzadores y luego terribles del Cordobazo, con ollas populares, terror, muerte. La quema desesperada de impresos peligrosos, que un amigo había dejado en una valija para que se la guardemos en nuestro cuarto, en el pequeño baño que nos correspondía, mientras el humo y el temor nos ahogaban, porque los militares que entraban casa por casa ya se encontraban a una cuadra de la nuestra. Y después todo el horror que se desataría.
Yo estaba terminando el último año de la carrera, cuando nos unimos al Teatro Trotea y allí aprendimos los primeros rudimentos para ser actores. Hugo Herrera, Norma Basso y posteriormente Daniel Tieffemberg, fueron nuestros maestros. Así, en largas noches en las que le robábamos horas al sueño, pusimos EL CARRETÓN DE JUAN DE LA CRUZ, ese itinerario por la historia de nuestros pueblos (creado por Hugo Herrera) y que llevaríamos al Festival de Teatro de Quito (Ecuador). Allí, el casi fracaso inicial, y luego el levantarse del grupo y el seguir, ya sin director, la trayectoria por los caminos de Sudámerica, ciudad por ciudad, durmiendo en ómnibus destartalados, en habitaciones a veces mínimas que compartíamos los ocho integrantes, en un recorrer que duró seis meses y que convirtió a la obra en un éxito para nuestro público, generalmente universitarios, con más de 200 presentaciones. Pero en Quito se produjo un hecho trascendental para Rose Marie, (también para mí) pues allí hicimos amistad con Líber Forti, que con sus palabras de fuego incendió el alma de ella. Esa amistad se prolongaría a lo largo de toda su vida y de la mía. Líber, en sus apariciones, al principio esporádicas, nos sacaría de atascos y dudas. El viajar, el ver, el sentir, el vivir mismo, ayudan a delinear el alma, a establecer una especie de mapa del espíritu, y, no dudo, que todas aquellas vivencias, la fueron preparando para hacer su propio teatro, el que vendría después.
Cuando nos vinimos a Bolivia, a La Paz, claro que el teatro ya hacía parte de nosotros. En consecuencia, Rose Marie hizo el personaje de Honey, en QUIÉN LE TEME A VIRGINIA WOOLF, de Albee, dirigida por Javier Fernández. Una de las críticas dijo sobre su trabajo: “Tratándose de Rose Marie Canedo encontramos una textura histriónica obteniendo un amplio crédito… una frescura nada común y elaborada autenticidad”. Poco tiempo después, la visión de Julia Elena Fortún, la nombraría profesora de Actuación en el Taller Nacional de Teatro, en el que yo oficiaba como director o jefe. La aplicación de Stanislawsky y de técnicas adquiridas con el tiempo y de otras intuidas, marcaron su trabajo. Pero mientras tanto, impulsada por sugerencia de su hermano Jorge, ese extraordinario poeta cuya obra se ha perdido, y que solía decir “A todo eso le falta sangre”, empezó a soñar su propia puesta en escena y dirección, con CALÍGULA, de Albert Camus. Y se presentó Calígula que fue un éxito rotundo y sobre la que podrán testimoniar, además de mi persona, los actores que quedan de aquella obra. Calígula tuvo una puesta realista, tal vez los únicos símbolos se encontraban en la escenografía, pero fue la dirección de actores la que le dio valores relevantes. Había actores y actrices de experiencia, pero también los hubo noveles. La actuación precisa, sentida, verosímil, de todo el grupo, marcó la diferencia. Yo, que solía repasar mis parlamentos durante la noche, recibía sugerencias similares a las que ella daba durante los ensayos. El matiz de voz en determinada parte de un texto, el énfasis, el manejo de los subtextos, el valor de las pausas, y claro, todo sobre la base de la emoción auténtica, eran sus sugerencias. Y, ya en el trabajo de puesta en escena, el conocimiento que ella tenía del significado de cada movimiento (no es lo mismo caminar de izquierda a derecha que de derecha a izquierda, por ejemplo), de la repercusión clandestina que los mismos podían tener en los sentimientos de los espectadores, eran un conocimiento que, más allá de la teoría, sólo su rica alma de artista podía tener. El periódico Última Hora (20-8-74), dijo: “Lo más destacable de esta temporada es la labor de dirección que deja ver una gran responsabilidad y disciplina del conjunto, que ha redundado en la puesta en escena más perfecta que haya podido realizar un conjunto teatral en nuestro medio… Así el espectáculo no sólo brilla en su apariencia externa, sino que transmite la intención del autor y lo más profundo de su pensamiento”. Pero también se refirieron a Calígula, personalidades del alto mundo intelectual, como Roberto Prudencio, que expresó en Presencia: “El esfuerzo que han hecho estos… artistas del Teatro Tiempo, es admirable y digno de toda alabanza”. Johnny Gonzales, agregó en El Diario: «(Rose Marie Canedo…) capaz de expresarse más y mejor en cualquier otro tiempo, un poco más avanzado que el nuestro. Pero la inquieta actriz y directora ha decidido quedarse, retroceder para enseñar a los de su tierra y su tiempo”.
Vinieron luego, ANTÍGONA, de Jean Cocteau y FINAL DE PARTIDA, de Samuel Beckett. Respecto de esta última puedo recordar una anécdota. Durante el proceso de ensayos, hubo una escena que no podíamos resolver. Los parlamentos y también las acciones carecían de verosimilitud, las explicaciones y los estímulos que nos daba Rose Marie, no surgían efecto. Una mañana, al despertar, ella me contó que había soñado, que se lo decía el bebé que llevaba en el vientre (nuestro hijo Alejandro), cómo resolver ese estancamiento; que yo ya lo vería en el ensayo. Entonces nos dio un ejemplo muy sencillo de la situación, muy traído a tierra y la escena comenzó a funcionar. Final de partida es una obra dura, áspera, en la que los actores no pueden crear si se apoyan simplemente en sus propias vidas, en la realidad común. Es preciso, para ello, un enorme ejercicio de imaginación y construir una diferente realidad. Sobre Final de partida, la crítica en Presencia (29-5-75) dijo lo siguiente: “El elenco que dirige acertadamente Rose Marie Canedo logró lo que se propuso: mostrar al público nacional uno de los puntos culminantes de la aventura intelectual de Samuel Beckett…”. Última Hora, por su parte, expresó: “Rose Marie Canedo consigue, como lo hiciera en otras oportunidades, la homogeneidad interpretativa… la caracterización de los cuatro personajes es otro de los grandes logros de la representación”.
Después vino EL LUGAR, de Carlos Gorostiza, obra de estructura dramática perfecta que se traduce en una comedia amarga. Se juega a la comedia durante casi todo el tiempo, pero los hilos secretos de la trama van estructurando la tragedia de la soledad, que se muestra al final. Había, en el elenco, algunos actores aficionados a los que se tenía que preparar. Esa fue la tarea más dura de la dirección, junto con la creación de una puesta en escena extremadamente compleja, por las subdivisiones sucesivas que va sufriendo el escenario. La ternura de Rose Marie, el iluminar las mentes y los espíritus buscando situaciones motivadoras de sus propias vidas, hicieron posible el excelente resultado en aquellos actores. PRESENCIA (30-10-75): “La actuación del elenco de Teatro Tiempo puede ser calificada de excelente… Tal equilibrio fue logrado, y es un mérito particular de Rose Marie Canedo, directora del grupo teatral”. ÚLTIMA HORA (31-10-75): “En conjunto un nuevo y verdadero éxito para Rose Marie Canedo, esa joven directora que está luchando para llenar ese gran vacío: el buen teatro”.

En noviembre de 1975, presenta con los estudiantes del Taller Nacional de Teatro, EL HOMBRE DE LA FLOR EN LA BOCA, de Luigi Pirandello, en la que los dos actores debutantes, muestran un alto nivel de actuación.
Pero es en Julio de 1976, cuando se estrena MEDEA, de Jean Anouilh. El grupo de actores era excelente. Beatriz de la Parra y Norma Merlo, como Medea y La nodriza. Dos mujeres desplazándose entre el amor y el odio, el temor también. Durante los ensayos Rose Marie les propuso a ambas que representaran animales para simbolizar la escena inicial: un lobo y una serpiente, un tigre y un lobo. Las contorsiones, la ferocidad, el disimulo y el ataque posterior, fueron conformando en el alma de las actrices, la imagen de cómo deberían desarrollar sus personajes. A mí, que hacía de Jasón y que tenía un largo y muy difícil diálogo con Medea, me dijo que había que comunicar lo que ya habíamos encontrado en “el trabajo de mesa”, alguien que amó, pero ahora abandona; el héroe de ayer que se aburguesa de pronto, el canalla que se vuelve definitivamente infiel. Fernando Illanes, por su parte, que interpretaba a Creón, debía representar al tirano envejecido, reblandecido, que trata de mostrar una firmeza que ya no posee. La crítica, dijo lo siguiente: EL DIARIO (14-7-76): “Sólo una inteligente dirección, buen conocimiento de la obra, un análisis minucioso de todos sus personajes, un estudio de las posibilidades de cada actor, pueden ayudar al éxito de esta obra. Esto es lo que logró su directora”. PRESENCIA (18-7-76): “…una excelente versión de la tragedia griega Medea, trabajada nuevamente por el contemporáneo Anouilh… Desde su irrupción en los escenarios nacionales (Rose Marie Canedo) ha conseguido lo que todos los conjuntos intentan y pocos logran: despertar la pasión por este arte…”
Posteriormente presenta CUÁNTOS SOMOS, con el Taller Nacional de Teatro, obra que es llevada a calles y plazas, y luego muestra SAHARA, de Luis Bredow, que se convirtió en una de sus cumbres creativas, por crear con los cuerpos de actores y actrices, una multitud de imágenes simbólicas que expresaban, más allá del texto, el sentido hondo de la obra de Bredow y, claro, su propia concepción de la misma. A propósito de algunas de las escenas de la misma, la de Cristóbal Colón y la siguiente, planteó, más o menos esto: “La mujer constituye la madera con la que el hombre construye la barca de sus sueños, y en la cual se lanzará a navegar. La mujer lo contiene y al contenerlo estimula todos sus arrebatos, sus viajes, sus aventuras. Entonces, al hachar el cuerpo y el alma femenina, al hacerle el amor y posibilitar que desde ambos cuerpos nazca algo nuevo, esa madera que es también el hijo de ambos, lo proyectará hacia nuevos horizontes. Pero el hombre no sólo construye, es también capaz de destruir, de violar, de arrasar tierras y gente. De esa violación feroz, por ejemplo, a las mujeres de América, nacerá un nuevo ser que, de alguna manera, alumbra en todos nosotros: el mestizo americano”. Y así, en su puesta en escena vimos a los hombres leñadores que parecen estar cortando el árbol que es la mujer, pero que en realidad le están haciendo el amor. Esos árboles- mujer, al caer, se transforman en la barca que llevará a Colón y sus hombres. Cinco mujeres diseñan con sus cuerpos, la proa, los costados de la nave, y casi en la popa, dos hombres usan los brazos de las dos mujeres allí ubicadas para simular remos. Al llegar a tierra la nave se desarma, las mujeres imitando a las olas se deslizan hasta la costa, donde se erguirán para simular a las mujeres de América que se arraciman, y que son violadas por los recién llegados. El grupo de mujeres se sienta, con las piernas abiertas en posición de parto, y desde esas piernas separadas sale rodando, haciendo volteretas, el primer mestizo americano.
Mucho habló la prensa sobre Sahara. Los que siguen son fragmentos de esas críticas: ÚLTIMA HORA (19-5-77):” … el elenco dirigido por la talentosa Rose Marie Canedo, lleva a escena con la mayor fidelidad estética posible una obra nacional de verdadera calidad artística y humana”. ” ÚLTIMA HORA (16-6-77): “Sahara, una nueva expresión teatral: Luis Bredow la escribe, Rose Marie Canedo la dirige y el Teatro Tiempo la representa de manera especial… con estos elementos que han mostrado su calidad en anteriores oportunidades, el resultado fue excepcional”. EL DIARIO (22-5-77): “La dirección a cargo de Rose Marie Canedo, logra una creación con esta puesta en escena… Debemos reconocer una vez más el talento de esta joven directora que logró el éxito de Sahara”. LOS TIEMPOS (14-6-75): “La puesta en escena lograda por el elenco que dirige Rose Marie Canedo, alcanza a ser, una sucesión de momentos en que los parlamentos, los cuerpos, las luces, los silencios y el sonido forman un todo armónico, altamente plástico y muy inteligentemente concebido. Es indudable que uno de los mayores aciertos de la presentación de “Sahara”, es el sabio montaje escénico… Y es en la utilización de todos (o casi todos) los elementos de la puesta en escena, que resulta justificada toda la expectativa creada alrededor de esta joven directora por la crítica de La Paz y por sus propios antecedentes. En “Sahara”, el público cochabambino ha tenido la oportunidad de apreciar el proceso de búsqueda y hallazgo de nuevas expresiones teatrales…”.
Finalmente vendría una reposición de EL LUGAR, y luego, su último trabajo, TUPAC AMARU, de Osvaldo Dragún, obra que no pudo concluir porque la muerte la sorprendió, en el momento de cumplir 29 años, en pleno trabajo.
Veamos, lo que dice la misma Rose Marie Canedo sobre su trabajo, en un reportaje que le realizó Pablo Ubiego: “Yo pienso, ¿ve Ud? en imágenes y en colores que se mueven, veo formas vivas que expresan ideas y sensaciones mudas”. “Ya en la etapa de los ensayos provoco la imaginación del actor para hacer que sienta lo que la situación del personaje indica. Dejo evolucionar a los actores libremente dentro de un marco grueso que he fijado y voy rechazando lo superfluo, rescatando lo útil y añado lo que ha sido pasado por alto. Mi método de trabajo es asistemático. Todos (los sistemas) me sirven según lo que quiera lograr y a menudo invento en el momento el estímulo que hará brotar el sentimiento verdadero del actor. Mis ensayos son sesiones de provocación… Cuando el gesto y el sentimiento están íntimamente ligados y siento “verdad” en la acción, la adapto a las necesidades del escenario. Ese gesto debe inscribirse ahora en el espacio y el tiempo teatral para llegar a ser espectacular. Y paulatinamente voy situando sentimientos dentro de una rigurosa geometría. En mi trabajo de teatro la lógica nace del sentimiento, la geometría nace del alma”. “Poco a poco mi creación deja de ser mi tarea: (debo) transferir a los actores mi creación para que ellos la asuman y sean, a su vez, creadores. Sin embargo… tengo todavía que crear una atmósfera dentro de la cual deben evolucionar los personajes y ese clima deberá también envolver al espectador. (En Medea) imaginé para el ritmo un viento huracanado que se convierte en un altiplano, un altiplano que se hace trueno y un trueno que se vuelve silencio”.
¿Qué se puede agregar? Que hizo la Regie en siete espectáculos de Ballet y en dos óperas, que la mayoría de los mejores actores y actrices bolivianos de aquel tiempo, trabajaron con ella, y también, que el libro, Historia de Bolivia, de Mesa Gisbert, resalta su trabajo y el mío, en sus páginas. Se puede añadir también, lo que dijo Pedro Susz, luego de la muerte de la directora: EL DIARIO (18-6-78) ““En una conversación que tuve con Rose Marie Canedo y que se publicó en este matutino, Rose Marie Canedo había manifestado: “Hacer teatro en Bolivia equivale a emprender un viaje hacia lo desconocido “(8-5-77). Con estas palabras hacía referencia no al dominio de la herramienta expresiva que había elegido, sino a las tremendas dificultades que deben enfrentar quienes se proponen a aportar al desarrollo de un teatro boliviano. Mas, pese a todos estos males, Rose Marie fue, sin duda, una viajera impenitente y ese empecinamiento, casi increíble, que la llevó a constituirse en la directora de mayor éxito de nuestro medio, era lo primero que admiramos… Y en el teatro de Rose Marie, no se abordó nunca una temática gratuita. En las obras que elegía, se desarrollaba siempre en enfrentamiento del hombre contra el despotismo, la irracionalidad y la opresión de los sistemas…” “… Rose Marie encarnaba luminosamente todo aquello para lo que había sido hecha… y su activa juventud demostraba tanta vitalidad como para llenar no sólo su propia existencia, sino, incluso, la de todos quienes le rodeaban… La vida debe continuar. El teatro debe seguir. Que la absurda inutilidad de la muerte de Rose Marie Canedo, sea vengada de la única forma en que mínimamente puede serlo: con obras concretas. Porque el seguir creando, es como decía Rose Marie, la mejor incitación a seguir viviendo… así el teatro boliviano podrá llegar a ser esa inextinguible realidad que debe ser. Rose Marie ya lo es en nuestra memoria”.
¿Cómo terminar esta nota? ¿Qué puedo agregar yo (o cualquier otro) que sea capaz de abarcar la totalidad de ese ser humano? Prefiero concluir con un poema de ella misma, premonitorio y revelador: “Cayó muerta, pero soltó su golondrina, que se fue… se fue… primero caminando para saludar al cadáver… y luego… luego… volando para alcanzar la aurora”.
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Es autor de numerosos cuentos y relatos publicados en diversos periódicos y revistas literarias nacionales e internacionales. Ha publicado también poemas y tiene una publicación semanal en su muro de Facebook y en su página Andrés Canedo de Ávila. Es autor de las novelas Pasaje a la Nostalgia (Editorial Kipus, Bolivia) y Territorio de Signos (Editorial 3600, Bolivia).
Andrés Canedo, nació en Cochabamba y actualmente vive en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia)

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